Los Juegos Olímpicos que dejaron su historia

“Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”


Por estos días en Londres, capital inglesa, se disputan los juegos olímpicos, juegos que en la era moderna fueron obra del barón Pierre de Coubertain.  Es muy saludable repasar un poco la historia de este magno certamen que cada 4 años se presenta para que lo mejor de nuestros hombres y mujeres del planeta que habitamos expongan dotes para lanzar,  marchar, correr y saltar.
En Atenas 1896 se celebró la primera prueba de Maratón desde el mismo lugar donde ocurrió la célebre batalla del mismo nombre y, además, fue ganada por un corredor griego: Spiridon Louis.
En los primeros juegos de la era moderna, las medallas únicamente eran de plata y bronce.
En San Luis 1904, un atleta llegó primero en la maratón con un tiempo sorprendente; se descubrió que había hecho parte del recorrido en coche. Otro atleta, en esta misma Olimpíada, logró un oro, dos platas y un bronce, a pesar de tener una pierna de madera.
En Paris 1924 se levantó la primera Villa Olímpica.
En Los Ángeles 1932 se introduce el podio para la entrega de medallas.
En Berlín 1936 Hitler pretendió que Berlín fuera el escenario donde comprobar en la práctica la superioridad de la raza aria y mostrar las excelencias del sistema nazi. Un hombre negro, Jesse Owens, ganó la final de salto de longitud y Hitler abandonó el estadio antes de tiempo para no tener que estrecharle la mano en la ceremonia de entrega de medallas.
En 1940 la sede prevista era Tokio, pero el conflicto chino-japonés impidió su celebración. Se decidió trasladar los Juegos a Helsinki, pero la guerra soviético-francesa concluyó con las esperanzas de celebrar los juegos aquel año. 
Londres era el lugar para acoger los juegos de 1944, pero la II Guerra Mundial lo impidió.
En Roma 1960 Classius Clay ganó la medalla de oro en boxeo con 18 años. Cuando volvió a su país (EE.UU.) le negaron el paso a un restaurante de blancos. Clay renunció al triunfo de su país y tiró la medalla a un río.
El atleta Abebe Bikila, de Etiopía, ganó descalzo la Maratón de Roma 1960 y la de Tokio 1964, cinco semanas después de haber sido operado de apendicitis.
En México 1968, Fosbury revolucionó el salto de altura con su técnica de saltar de espaldas al listón.
También en México 1968 dos atletas americanos negros subieron al podio con guantes y calcetines negros y oyeron el himno americano con la cabeza baja y el puño en alto.
En Múnich 1972 el grupo terrorista palestino “Septiembre Negro” asesinó a 11 deportistas israelíes en la Villa Olímpica.
En Montreal 1976 se descubrió que el soviético Boris Onishchenko tenía trucada la empuñadura de su espada, de forma que el sistema de detección de tocados le daba un punto cuando él apretaba un botón.
En Los Ángeles 1984 Gabriela Andersen concluyó la prueba de Maratón deshidratada y con la mitad de su cuerpo paralizado por calambres, entró haciendo eses y en medio de una de las mayores ovaciones que se recuerdan.
En toda la historia de los Juegos Olímpicos España ha logrado un total de 64 medallas, 22 de las cuales fueron conseguidas en Barcelona 1992.
La incorporación de mujeres en las pruebas es siempre posterior a la incorporación de los hombres, pues Pierre de Coubertin era partidario de que la mujer fuera espectadora, para mirar y aplaudir, en lugar de intervenir. En Sydney 2000 el número de mujeres participantes supera el 40% de los atletas, lo que supone un récord en la participación femenina.  En 2012 tendremos algo fantástico un hombre al que a los 11 meses de vida le amputaron sus piernas, las remplazó por dos prótesis, correrá por las pistas londinenses llevando el mensaje de que “no hay límites, no hay barreas para el ser humano”, él es Oscar Pistoruis el Atleta Biónico. 
Para finalizar este mensaje, aunque usted no lo crea, existió un beisbolista con un solo brazo llamado Hugh Daly que jugaba de segunda base y para cortos.  Estuvo en las Grandes Ligas enrolado en distintos equipos como profesional entre 1882 y 1887, y su historia lo lleva a uno a preguntarse: ¿Dónde están los límites?  La verdad es que hay seres con una fe pertinaz, no se rinden, son entusiastas y jamás renuncian a sus sueños.
Es el caso de un bailaor, apodado “Mates sin Pies”, muy famoso en el ambiente bohemio de Madrid hacia 1920. Este bailarín asombraba a todos con su arte y su gracia y, aunque parezca inverosímil, tenía amputadas las dos piernas a la altura de las rodillas. Y como el beisbolista manco y el bailarín sin piernas, hay muchos más que no conocen límites, porque confían en sí mismos, en Dios y en la fuerza del compromiso. (Cortesía G. Gallo).

¡¿Que no le hablen en Chino!