“Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar.”


Jorge Andrés Bustos Lourido, es un atleta de 28 años que regresó a la pista del estadio Azcárate Martínez para buscar una oportunidad a nivel nacional e internacional. Su distancia es la de 100 metros planos, prueba bastante exigente. Bustos tiene como mejor tiempo  10.6 segundos, que es una marca muy buena a nivel nacional. Jorge en esta oportunidad pretende dedicarse a la prueba de 110 metros vallas, pues dice que tiene condiciones para lograrlo. También agrega que quiere conseguir un patrocinio empresarial  para lograr ese propósito.
 A propósito de la condición de estas vallas en las cuales se entrena Jorge bustos y otros jóvenes de Buga,  están en muy precarias condiciones, vallas que según lo que hemos averiguado,  son  las mismas que se utilizan hace mas de 20 años , es hora de cambiarlas para que los deportistas se motiven a practicar esta bonita disciplina. La más inmediata competencia de Jorge es el gran prix de Cali. Éxitos para él. 
Por otro lado, difícil la situación que viven 4 entrenadores en Buga al no contar aún con un contrato por parte de INDERVALLE. Ellos son: Elías Hernández, de atletismo; John Dueñas, de pesas; Delver Arias, de boxeo; y Gustavo Palau, de judo. Uno se pregunta por qué los directivos de los entes que manejan el deporte tienen un sueldo durante todo el año y los entrenadores son contratados por meses?. Créame que esa no la entiendo, si alguien la sabe por favor escríbame a camilocienjuegos@hotmail.com . 
Ahora la reflexión: Una pareja de jóvenes tenía varios años de casados y nunca pudieron tener un hijo.  Para no sentirse solos compraron un cachorro y lo amaron como si fuera su propio hijo. El cachorro creció hasta convertirse en un grande y hermoso ejemplar.  El perro salvó en más de una ocasión a la pareja de ser atacadas por ladrones, siempre fue muy fiel, quería y defendía a sus dueños contra cualquier peligro. Luego de siete años de tener al perro, la pareja logró tener el hijo tan ansiado.  La pareja estaba muy contenta con su nuevo hijo y disminuyeron las atenciones que tenían con el perro.  Éste se sintió relegado y comenzó a sentir celos del bebé; ya no era el perro cariñoso y fiel que tuvieron durante siete años. Un día, la pareja dejó al bebé plácidamente dormido en la cuna y fueron a la terraza a preparar una carne asada.  Cual no fue su sorpresa cuando se dirigían al cuarto del bebé y ven al perro en el pasillo con la boca ensangrentada, moviéndoles la cola. El dueño del perro pensó lo peor, sacó el arma que tenía guardada y mató al perro.  Corre al cuarto del bebé y encuentra una gran serpiente degollada.  El dueño comienza a llorar y exclamar, "¡He matado a mi perro fiel!" 

¡¿Que no le hablen en Chino!