Buga necesita una pista sintética para la práctica del atletismo


El día que mi Guadalajara de Buga cuente con una pista sintética para la práctica del atletismo, ese día me puedo ir tranquilo de este maravilloso mundo lleno de oportunidades. Es el momento para hacer el esfuerzo, las razones son estas: Primero - en este momento nos gobierna un Alcalde que es Educador Licenciado en Educación Física, amante además del deporte base. En la dirección del IMDER Buga, otro Licenciado en Educación Física; como si esto fuera poco, en el Concejo Municipal, otro licenciado en educación física.
Si hacemos referencia al Alcalde John Harold Suarez, fue Director del IMDER Buga, también lo fue el Concejal Raúl salcedo.  Estamos al frente de tres profesionales ejerciendo cargos importantes en la ciudad.  Por eso me atrevo a solicitarles que, aprovechando la construcción de la Ciudadela en el Colegio Académico y que ésta tendrá infraestructura deportiva, incluida piscina y pista atlética, esta última no sea hecha con carbonilla, requerimos con urgencia una pista internacional.  Lo anterior daría a Buga la posibilidad de albergar delegaciones que vendrán con motivo de eventos internacionales, como el mundial de atletismo categoría menores, que se va a realizar en la capital vallecaucana en el 2015.  
Señores en mención: Alcalde John Harold Suarez Vargas; Héctor Jairo Parra Romero, Director de IMDER Buga; y Concejal Raúl Salcedo Cardona, ésta sería una obra para que ustedes pasen a la posteridad. 
Para finalizar, aquí está la reflexión: Una chica estaba aguardando su vuelo en una sala de espera de un gran aeropuerto.
Como debía esperar un largo rato, decidió comprar un libro y también un paquete de galletitas.  Se sentó en una sala del aeropuerto para poder descansar y leer en paz.  Asiento de por medio, se ubicó un hombre que abrió una revista y empezó a leer.  Entre ellos quedaron las galletitas.
Cuando ella tomó la primera, el hombre también tomó una.
Ella se sintió indignada pero no dijo nada.
Apenas pensó: ¡Qué descarado! ¡Si yo estuviera más dispuesta, hasta le daría un golpe para que nunca más se olvide de la grosería!”. Cada vez que ella tomaba una galletita, el hombre también tomaba una.
Aquello la indignaba tanto que no conseguía concentrarse, ni reaccionar.
Cuando quedaba apenas una galletita, pensó: “¿qué hará ahora este abusador?”. Entonces, el hombre dividió la última galletita y dejó una mitad para ella. ¡Ah! ¡No!… ¡Aquello le pareció demasiado! ¡Se puso a bufar de la  rabia!, cerró su libro y sus cosas y se dirigió al sector del embarque.  Cuando se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso y para su sorpresa, allí estaba su paquete de galletitas… intacto, cerradito… ¡Sintió tanta vergüenza!
Sólo entonces percibió lo equivocada que estaba. ¡Había olvidado que sus galletitas estaban guardadas dentro de su bolso! El hombre había compartido las suyas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado, y ya no había más tiempo ni posibilidades de explicar o pedir disculpas, aunque sí para razonar. 
¿Cuántas veces en nuestra vida sacamos conclusiones cuando debiéramos observar mejor? ¿Cuántas cosas no son exactamente como pensamos acerca de las personas?
Y recordó que existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan: Una piedra, después de haber sido lanzada. Una palabra, después de haber sido proferida. Una oportunidad, después de haberla perdido. El tiempo, después de haber pasado.

¡¿Que no le hablen en Chino!